martes, 11 de octubre de 2011

Una ciudad

Siempre me gustó viajar. 1000 km o hasta la esquina. Da igual. Lo importante es moverme, salir del tedio que me provoca esta ciudad. Montevideo es una suma de fracasos, un pantano gigante donde te vas enterrando de a poco. Montevideo es una devoradora de personas, una puta insaciable que pide más y más. Nunca se conforma y vuelve a tragar.
Montevideo, ciudad histérica. Te odia; pero también te ama. Te desprecia, te arrastra al olvido, te arrincona en un lugar oscuro. Y no podés hacer nada. La dejás hacer. La mirás. La admirás. ¿Y qué? Ella sigue de largo meneando el culo.
La llamaron ciudad. Y ella se creyó esa historia. Delirios de grandeza de un montón de edificios grises. Montevideo es un pueblo. Un saludo cada dos pasos. Sonrisa falsa permanente y diálogo idiota en el ómnibus. El cassette que suena una y otra vez. Mensaje en bis.
El ómnibus es una pecera con ruedas que me aísla. La ventana es la única salvación. Me aferro a ella como a mi única esperanza. Afuera está Montevideo. Una Montevideo diferente. Filtros. Contraste. Colores. Es el que quiero pero no puedo. Hay caras, hay cuerpos, hay perros. Algunos se pierden en la oscuridad y otros me ven pasar con cara de nada. Con cara de Montevideo.
La amarilla realidad baja desde los faroles. Se tiñe el ambiente de aburrimiento. De rutina. El ómnibus se abre paso entre la burocracia callejera. Los semáforos son daltónicos. Las personas ciegas. Yo me ausento.
El vidrio se empaña. Gotas azules pegadas contra mi cara. La soledad explota en el cielo. En una Montevideo de domingo. La ciudad me dedica una sonrisa. Y yo no puedo dejar de mirarla y de quererla
Alguien mece esta cuna metálica pero no me duermo. Quizá esté soñando. O volviendo de mi universo de walkman. La ventana no me consuela y la realidad asusta. La ciudad se guarda una carta. Me deslizo por ella como una sombra. Soy un espectro que busca su tumba.

Esencia

La dispersión es un mal.