miércoles, 10 de julio de 2013

Serpuente

Bridge over troubled water (Paul Simon & Art Garfunkel)
versión interpretada por Johnny Cash & Fiona Apple

When you're weary
Feeling small
When tears are in your eyes
I will dry them all

I'm on your side
When times get rough
And friends just can't be found
Like a bridge over troubled water
I will lay me down
Like a bridge over troubled water
I will lay me down

When you're down and out
When you're on the street
When evening falls so hard
I will comfort you

I'll take your part
When darkness comes
And pain is all around
Like a bridge over troubled water
I will lay me down
Like a bridge over troubled water
I will lay me down

Sail on Silver Girl,
Sail on by
Your time has come to shine
All your dreams are on their way

See how they shine
If you need a friend
I'm sailing right behind
Like a bridge over troubled water
I will ease your mind
Like a bridge over troubled water
I will ease your mind*


*Muchas veces, llorar es lo mas feliz.

viernes, 5 de julio de 2013

Der himmel über Berlin

Luego de volar sobre Berlín mis alas se desprendieron y cayeron en el barro. No lo provoqué, no traté de retirarlas con pinzas. Simplemente, sucedió. No sentí el tirón ni la piel se desgarró. Pero se lastimó algo por dentro; un cisma profundo sin sangre, explosiones alternadas en todas las torres de mi castillo. Mientras, afuera, las alas eran pisoteadas por una manada de búfalos enfurecidos a los que ya no podía detener. La fuerza había desaparecido. Y ahí quedaron las alas, desplumadas en su agonía. Los niños, mis niños, corrieron a refugiarse tras pantallas de cristal líquido, en lo profundo de un océano oscuro. Y ya no pude verlos más. Hasta que descubrí que siempre estuvimos jugando a las escondidas por la cuadra del barrio. Hasta que entendí las voces que nunca dejaron de conversarme por las noches. Solo quedaba reír y que las carcajadas fuesen escalones. Solo quedaba reír.


Song of Childhood
By Peter Handke

When the child was a child
It walked with its arms swinging,
wanted the brook to be a river,
the river to be a torrent,
and this puddle to be the sea.
When the child was a child,
it didn’t know that it was a child,
everything was soulful,
and all souls were one.
When the child was a child,
it had no opinion about anything,
had no habits,
it often sat cross-legged,
took off running,
had a cowlick in its hair,
and made no faces when photographed.
When the child was a child,
It was the time for these questions:
Why am I me, and why not you?
Why am I here, and why not there?
When did time begin, and where does space end?
Is life under the sun not just a dream?
Is what I see and hear and smell
not just an illusion of a world before the world?
Given the facts of evil and people.
does evil really exist?
How can it be that I, who I am,
didn’t exist before I came to be,
and that, someday, I, who I am,
will no longer be who I am?
When the child was a child,
It choked on spinach, on peas, on rice pudding,
and on steamed cauliflower,
and eats all of those now, and not just because it has to.
When the child was a child,
it awoke once in a strange bed,
and now does so again and again.
Many people, then, seemed beautiful,
and now only a few do, by sheer luck.
It had visualized a clear image of Paradise,
and now can at most guess,
could not conceive of nothingness,
and shudders today at the thought.
When the child was a child,
It played with enthusiasm,
and, now, has just as much excitement as then,
but only when it concerns its work.
When the child was a child,
It was enough for it to eat an apple, … bread,
And so it is even now.
When the child was a child,
Berries filled its hand as only berries do,
and do even now,
Fresh walnuts made its tongue raw,
and do even now,
it had, on every mountaintop,
the longing for a higher mountain yet,
and in every city,
the longing for an even greater city,
and that is still so,
It reached for cherries in topmost branches of trees
with an elation it still has today,
has a shyness in front of strangers,
and has that even now.
It awaited the first snow,
And waits that way even now.
When the child was a child,
It threw a stick like a lance against a tree,
And it quivers there still today. 

+

HOMERO, the storyteller

 

jueves, 4 de julio de 2013

127 horas



Caminaba en círculos por el living, yendo y viniendo de la pantalla a la heladera de la cocina. Todavía creía que solo eran mis ganas de mear las que provocaban la ansiedad.

Un sentimiento incómodo me apresa el pecho; la necesidad de salir corriendo por Regidores golpeando las rejas de todas las casas y los timbres y los autos, y treparme a todos los árboles mientras los perros me siguen, saltan y me muerden los tobillos; y yo no paro de escalar esos árboles desde que soy un niño hasta hoy.
Siete mil arboles delante mío, y todos por ser coronados. Uno tras otro, escalar hasta la copa, luego bajar y el siguiente. Y el otro. Y el otro. Soy un torbellino saltando de rama en  rama, balanceándome en la hoja de palmera con butiá. De ahí a los techos y las azoteas. Sobrevuelo un par de claraboyas mientras continúo la carrera desenfrenada hacia el Parque Posadas.
Escalo por la pared de ladrillo hasta el piso 4, la ventana abierta y la ropa colgando en un par de alambres (por qué esa ropa no vuela y desaparece?). Dos soutienes para balancearme y entrar. Sigo corriendo por el pasillo, un codo y luego la escalera. Escalones de piso de mosaico con pastillitas, fichas negras y naranja alternando, goce de ojos en viaje lisérgico. Apuro el paso. Un piso. Subo de tres en tres. Otro. Ahora ya salto de un descanso al siguiente. Avanzan los pisos y se suceden las viejas que se asoman y me echan a sus perros encima al grito de “ladrón, ladrón”. Ni siquiera interesa ya patear las macetas de sus invernaderos de 1x1, apenas luchar contra los cuzcos colgados de los flecos del pantalón. Las caras feas me asesinan con sus ojos horizontales, delgados de miopía mental. Escupo el adorno navideño del 505 y chuponeo a una negra hermosa en la puerta contigua, su pierna de porcelana asomando tibiecita en el umbral. Trata de retenerme (o eso lo pienso ahora?) y suelto su mano por inercia. Otro piso más y decido tomar el ascensor.
Presiono el tablero con fuerza, todos los botones juntos; quiero ir a todos los pisos al mismo tiempo y a ninguno a la vez. Quiero seguir subiendo, quiero llegar ayer. El cubo de metal asqueroso se detiene en pisos sin gente. Me recibe el sonido de Rial escapando de los departamentos y rebotando en los palliers de ventanucos verticales. Cierro de un portazo y continúo el ascenso. Nadie quiere compartir mi ascensor de pisos impares, mientras Él adquiere velocidad y el viaje se hace mas lento. Una fuerza me jala hacia el piso, adhiere las suelas de los zapatos con barro a la goma negra acanalada. Trato de tocar el techo y está lejos, muy lejos. Tampoco puedo saltar. No se puede saltar en los ascensores, porque una vez liberados de la fuerza de atracción rebotaríamos del piso al techo y del techo al piso como una bolita de goma. Y así el ascensor caería al hueco profundo y se desintegraria contra el piso. Y el polvo. Y el humo. Y el silencio.

Un profundo golpe metalico cuenta el final del viaje. Abro la puerta y me enfrento al cuadrado rojo. Solo el cuadrado rojo y un bomberito colgado a un costado. Para apagarme o para destrozar la puerta. Opto por lo segundo.

Me asomo al infinito de la azotea. Un golpe de viento fuerte y un venteveo que me grita algo en su vuelo.
Tomo carrera y salto.
Llegué.


lunes, 1 de julio de 2013

Afuera, los autos siguen andando...

Un día bueno*

No somos más
que el tiempo que nos queda
caminando hacia el olvido
que seremos.

Es duro, pero es así.

El resto, literatura.

Lo mejor
es no pensarlo mucho:
seguir andando,
tomar cafés, enamorarse,
ver la lluvia…

Karmelo C. Iribarren, Las luces interiores.


*Viene de acá: Escrito en el viento