viernes, 31 de mayo de 2013

Devanador


Algo me dice que estoy vivo.
De lejos el cuerpo me empuja a despertar

No voy a decir cosas sólo por el vicio de hablar.
Para qué molestarse, si el mundo es un animal.

Creo escuchar la luz golpear.
Creo y vuelvo a entrar en mí.

Siento que suene tan vago,
los sonidos no alcanzan mi voz.
Las palabras no atrapan mi alma
y tu abrazo es como estar con Dios.

Sigo un reflejo que no es mío.
Cruzo un desierto dentro de mí.

Creo escuchar la luz golpear.
Creo y vuelvo a entrar en mí.

Creo en la luz.
No hay más allá.
Creo...

martes, 28 de mayo de 2013

Un burro

“Un día el asno de un campesino cayó al fondo de un pozo. El animal se quejó lastimeramente durante horas mientras el campesino trataba de encontrar la forma de sacarlo. Finalmente, el campesino decidió que el animal era viejo y de todas formas el pozo necesitaba ser tapado. No valía la pena recuperar al asno. Entonces, el campesino invitó a sus vecinos a que viniesen a ayudarle. Todos agarraron una pala y empezaron a tirar tierra adentro del pozo. Al comienzo, cuando el asno se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, gimió horriblemente, pero después de un rato, para sorpresa de todos, se calmó. Tras varias paladas de tierra, el campesino finalmente decidió mirar adentro del pozo, y lo que vio lo dejó azarado. Con cada palada de tierra que caía sobre su espalda, el asno hacía algo asombroso. Sacudía la espalda y la tierra caía y se amontonaba bajo sus patas, y de ese modo con cada palada el asno daba un paso arriba. A medida que los vecinos del campesino continuaban echando tierra sobre el animal, él mismo se sacudía y subía más arriba. Muy pronto, el asno llegó al borde del pozo y salió trotando”.

domingo, 26 de mayo de 2013

Los miedos

No tengo miedo. Ya no.
No temo a verme como soy en realidad, aunque no sepa quién soy en esa realidad. Aunque no sepa cuál es la realidad. No temo al reflejo, a pesar que el espejo me castiga y me devuelve un ser enojado y rencoroso.
Sí tengo miedo. Muchos miedos.
Temo a esta cualidad de idiota que desprecia lo que no entiende; al enano con el pecho erguido de intolerancia hacia quienes eligen vivir distinto. Temo a esa rareza del ser común. Temo a ser feliz, a morir de risa abrazado a vos mientras se enciende la pantalla con la historia más ínfima y liviana que esa tevé nos pueda regalar. 
Tengo miedo a no tener más miedos. Tengo miedo a no tener fuerzas para romper los vidrios que me encierran de este lado de la pecera. Tengo miedo, mucho miedo, de perderte para siempre, y que la vida sea solo respirar una vez si y otra también.
Tengo miedo de callar mis cuerdas de arena, cuando a veces solo el arrullo me devuelve la paz que mis truenos de siempre llenan de lluvia ácida.

Y un sábado se fracturó mi temor y se encendió la obsidiana que cargo en mi bolsillo.

Hoy ya no tengo miedo al impacto. Aprendo a subirme a mi tren fantasma y me río en la cara de la momia y del degollado.
No hay más miedo. No temo a nadie. No temo a nadie. No temo a nadie. No me temo más a mi mismo.
Porque yo ya no soy. Solo estoy.
Ahora, acá. 
Tratando de no temer.


jueves, 23 de mayo de 2013

Cariño

Cariño,

nunca he sido nadie
que quisiera ser algo,
no he preparado nunca una sesión de espiritismo
en la trastienda de una fábrica,
ni he buscado otro consejo de los muertos,
nunca he sido nadie que quisiera
ni por lo tanto nadie que esperara,
prefiriendo inquietarme por otras
razones, y largarme, es decir
alguien que siempre quise ser,
alguien que quiso estar en cualquier parte,
en otra parte, cuando tú llamaras.
Nunca he sido nadie
que necesitara agua, nunca he sido
elegante. Quiero no ser
algo tan sencillo. Es sencillo
convertirse en alguien,
alguien que nunca quise ser.
Nunca he esperado ser
de los que quieren algo, tienen
poca paciencia. Siempre había
cualquier otra parte en la que estar.
Con esta soledad
he creado un refugio.
Tengo terror a querer algo.


Fred Schmalz, La familia americana

miércoles, 1 de mayo de 2013

Cambio de lentes

Hoy me di cuenta que tener el control no es tan dificil. Solo basta aclarar la mente, dejar ir todo aquello que aqueja y hace mal, diseñar el foco nuevamente. Otra vez. Como si la cámara que registra la vida cambiase la lente por un teleobjetivo límpido, luminoso. O mejor, un gran-gran angular que permita realizar múltiples encuadres, deformes en su hermosura.
La proporción áurea seguía dentro mío. Nunca se fue. Solamente se rediseñó a si misma por enésima vez. 
Hoy respiro fuerte al levantarme. Y el aire sabe más rico que nunca.